RESEÑA HORIZONTE. 2025
Por: Andrés Tous
Horizonte, la más reciente obra de César Acevedo, escrita y dirigida por él mismo se erige como una experiencia cinematográfica que va más allá de los límites de la narración convencional. Galardonada con importantes premios y reconocimientos, esta película se consolida como un poema visual sobre la vida después de la muerte, la memoria y la reconciliación.
Acevedo construye su historia en un espacio intermedio, un purgatorio donde las almas deambulan entre lo que fueron y lo que pudieron ser. En este tránsito, los personajes reviven su dolor, su arrepentimiento, y se enfrentan al peso del pasado con una serenidad que solo el cine más puro puede transmitir. Es allí donde Horizonte encuentra su fuerza: en la capacidad de transformar el sufrimiento en contemplación, y la culpa en redención.
Las actuaciones de Claudio Cataño y Paulina García son profundamente poéticas. Entre ambos se teje un diálogo que trasciende lo terrenal: madre e hijo se reencuentran después de la muerte para reconocerse por primera vez en toda su humanidad. Lo que podría ser un drama sobre la pérdida se convierte en un ejercicio de introspección y ternura, donde cada gesto, cada silencio, se siente como una plegaria.
La estética que propone Acevedo es conmovedora y pura. Sus imágenes, bañadas de una luz que parece surgir desde el alma del paisaje, poseen una delicadeza que consume al espectador. Hay una intención clara en la manera en que el director filma la naturaleza: no como un mero fondo, sino como un personaje más, un espejo del dolor y la esperanza de los protagonistas. Su cine se detiene, observa y permite respirar. Es como si las almas y ese espacio se tomaran su propio tiempo, y así, magistralmente, lo crea Acevedo. La contemplación es su forma de resistencia ante la velocidad del mundo real.
Sí, Horizonte habla de la violencia. Sí, evoca el dolor del país y la herida profunda de la guerra. Pero Acevedo no la muestra desde lo inmediato ni desde el impacto. La filma desde la memoria, desde los fragmentos de lo que queda cuando todo ha pasado. En escenas como la del vaso de agua, la película alcanza un nivel de simbolismo conmovedor: allí se condensa la esencia del relato, el porqué de las cosas, la raíz del conflicto y la posibilidad del perdón.
Horizonte es una mezcla de melancolía y esperanza, de tránsito hacia la reconciliación, de arrepentimiento y sanación. Es cine que respira, que se toma su tiempo, que invita a mirar y a sentir. La belleza de su imagen, la fuerza de su paisaje y la sutileza de su puesta en escena confirman que César Acevedo no solo es un excelente director, sino un autor que entiende el cine como un espacio para sanar.
Una obra que se siente, se contempla y se agradece. Recomendada.
SIEMPRE CINE.

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